miércoles, 10 de octubre de 2012

El verano de los juguetes muertos. Toni Hill.


   Cuando un libro pasea mucho por la blogosfera, antes o después tenemos que fijarnos en él. Una vez que eso ocurre y tras bichearlo con calma, decidimos si queremos leerlo o no.

   Curiosamente, yo no me fijé en este libro sino en el siguiente de la saga, Los buenos suicidas, pero, en general, me gusta conocer a los personajes de este tipo de novela poco a poco así que en la lista de los deseos apunté El verano de los juguetes muertos y me dispuse a esperar a que, de un modo u otro, cayera en mis manos.

   Por eso, cuando mi padre me comentó este verano que los había comprado los dos y que le habían gustado, no me pude resistir y rauda y veloz me traje a casa la primera novela de este autor catalán al que, hasta entonces, no tenía el gusto de conocer.



   Había leído muy buenas reseñas sobre este libro y suponía que me iba a tener entretenida unos días. Efectivamente, así fue.

   Héctor Salgado es un inspector de policía que está momentáneamente retirado de sus funciones por haber hecho uso de una excesiva violencia en un caso. Esto, sumado a un divorcio poco agradable y una situación personal de relativo y comprensible desanimo hacen que, cuando le conocemos, se encuentre en un momento de su vida bastante gris.

   Pero como, si esto fuera así de simple no tendríamos libro, su jefe le pide, medio de tapadillo, que investigue un caso, aparentemente muy claro, de suicidio para tranquilizar a una madre preocupada. Al mismo tiempo, una de sus compañeras sigue trabajando con los hechos que a él le obligaron a tomar vacaciones forzadas, de manera que nosotros, lectores curiosos, nos vamos a poder enterar de todo, todito, lo que pasa en una y otra historia.

   Supongo que lo primero que debo decir es que El verano de los juguetes muertos me ha gustado y que pienso seguir leyendo próximas entregas de las andanzas de este inspector atribulado y taciturno, como buen personaje de novela negra, y de sus compañeras de trabajo.



   La trama, bastante bien construida, mantiene, desvela y añade misterios a medida que vamos pasando las hojas con lo que el libro no se hace pesado en ningún momento y nuestras sospechas pasan de un personaje a otro sin que lleguemos a tener muy claro por dónde van los tiros. No sé vosotros pero yo, que leo novela negra continuamente, agradezco en el alma no tener ni idea de quién es el malo malísimo hasta que el autor nos lo dice y dudar continuamente de unos y otros hace la lectura más interesante y emocionante.

   También me ha gustado la ambientación, Barcelona, una ciudad que conozco menos de lo que quisiera, se nos muestra desde diferentes ángulos y paseamos encantados por barrios buenos, malos y regulares aprendiendo un poquito de cada y haciendo que el misterio tome distintos matices de uno a otro.

   Los personajes, llenos de secretos, como debe ser, cambian de lugar pasando de secundarios a principales o al revés de un modo que a mí me ha gustado mucho y como a algunos los vamos a conocer más de cerca que a otros, el autor juega al despiste, haciéndonos creer que sabemos más de lo que en realidad sabemos y que sospechamos de quien debemos hacerlo.

   Además, como a medida que se resuelven unos misterios, aparecen otros, cuando cerramos el libro aún tenemos muchas preguntas por lo que, es complicado no querer leer la siguiente entrega. Si no me hubiera gustado lo que leí hasta ese momento me habría sentado muy mal este final pero como no ha sido así, cuando le llegue su turno en el riguroso orden del atasco caótico que, sospecho, todos los que escribimos este tipo de blogs, tenemos, seguiré acercándome a esta Barcelona tan negra y a estos personajes que aún tienen mucho que contar.



   Ojo, no quiero decir que en este libro no se cierren los misterios que se tienen que cerrar, ¿eh? Por suerte no es una historia de muchas partes pero claro, la vida de los protagonistas, evidentemente, continúa.

   Solo ha habido una cosa que no me ha gustado de El verano de los juguetes muertos, o, más bien, de su protagonista. En la novela nos dicen que es argentino, incluso que habla “como Messi” pero eso no se refleja prácticamente nada en los diálogos. Para mi gusto, por este motivo, el inspector pierde un poco de credibilidad y su caracterización chirría levemente.

   Dicho todo esto, mi conclusión general es que el libro está bien, es entretenido y consigue que tengamos ganas de seguir leyendo a este autor. Como ha escrito mi padre en la última hoja: “Bueno... “pa” pasar el rato”. Un buen rato, añadiría yo (hay que tener en cuenta que mi padre es muy exigente, pero le ha gustado ;) ).

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