Cuando un libro pasea mucho por la
blogosfera, antes o después tenemos que fijarnos en él. Una vez que
eso ocurre y tras bichearlo con calma, decidimos si queremos leerlo o
no.
Curiosamente, yo no me fijé en este
libro sino en el siguiente de la saga, Los buenos suicidas, pero,
en general, me gusta conocer a los personajes de este tipo de novela
poco a poco así que en la lista de los deseos apunté El
verano de los juguetes muertos y
me dispuse a esperar a que, de un modo u otro, cayera en mis manos.
Por
eso, cuando mi padre me comentó este verano que los había comprado
los dos y que le habían gustado, no me pude resistir y rauda y veloz
me traje a casa la primera novela de este autor catalán al que,
hasta entonces, no tenía el gusto de conocer.
Había
leído muy buenas reseñas sobre este libro y suponía que me iba a
tener entretenida unos días. Efectivamente, así fue.
Héctor
Salgado es un inspector de policía que está momentáneamente
retirado de sus funciones por haber hecho uso de una excesiva
violencia en un caso. Esto, sumado a un divorcio poco agradable y una
situación personal de relativo y comprensible desanimo hacen que,
cuando le conocemos, se encuentre en un momento de su vida bastante
gris.
Pero
como, si esto fuera así de simple no tendríamos libro, su jefe le
pide, medio de tapadillo, que investigue un caso, aparentemente muy
claro, de suicidio para tranquilizar a una madre preocupada. Al
mismo tiempo, una de sus compañeras sigue trabajando con los hechos
que a él le obligaron a tomar vacaciones forzadas, de manera que
nosotros, lectores curiosos, nos vamos a poder enterar de todo,
todito, lo que pasa en una y otra historia.
Supongo
que lo primero que debo decir es que El verano de los
juguetes muertos me ha gustado y
que pienso seguir leyendo próximas entregas de las andanzas de este
inspector atribulado y taciturno, como buen personaje de novela
negra, y de sus compañeras de trabajo.
La
trama, bastante bien construida, mantiene, desvela y añade misterios
a medida que vamos pasando las hojas con lo que el libro no se hace
pesado en ningún momento y nuestras sospechas pasan de un personaje
a otro sin que lleguemos a tener muy claro por dónde van los tiros.
No sé vosotros pero yo, que leo novela negra continuamente,
agradezco en el alma no tener ni idea de quién es el malo malísimo
hasta que el autor nos lo dice y dudar continuamente de unos y otros
hace la lectura más interesante y emocionante.
También
me ha gustado la ambientación, Barcelona, una ciudad que conozco
menos de lo que quisiera, se nos muestra desde diferentes ángulos y
paseamos encantados por barrios buenos, malos y regulares aprendiendo
un poquito de cada y haciendo que el misterio tome distintos matices
de uno a otro.
Los
personajes, llenos de secretos, como debe ser, cambian de lugar
pasando de secundarios a principales o al revés de un modo que a mí
me ha gustado mucho y como a algunos los vamos a conocer más de
cerca que a otros, el autor juega al despiste, haciéndonos creer que
sabemos más de lo que en realidad sabemos y que sospechamos de quien
debemos hacerlo.
Además,
como a medida que se resuelven unos misterios, aparecen otros, cuando
cerramos el libro aún tenemos muchas preguntas por lo que, es
complicado no querer leer la siguiente entrega. Si no me hubiera
gustado lo que leí hasta ese momento me habría sentado muy mal este
final pero como no ha sido así, cuando le llegue su turno en el
riguroso orden del atasco caótico que, sospecho, todos los que
escribimos este tipo de blogs, tenemos, seguiré acercándome a esta
Barcelona tan negra y a estos personajes que aún tienen mucho que
contar.
Ojo,
no quiero decir que en este libro no se cierren los misterios que se
tienen que cerrar, ¿eh? Por suerte no es una historia de muchas
partes pero claro, la vida de los protagonistas, evidentemente,
continúa.
Solo
ha habido una cosa que no me ha gustado de El verano de
los juguetes muertos, o, más
bien, de su protagonista. En la novela nos dicen que es argentino,
incluso que habla “como Messi” pero eso no se refleja
prácticamente nada en los diálogos. Para mi gusto, por este motivo,
el inspector pierde un poco de credibilidad y su caracterización
chirría levemente.
Dicho
todo esto, mi conclusión general es que el libro está bien, es
entretenido y consigue que tengamos ganas de seguir leyendo a este
autor. Como ha escrito mi padre en la última hoja: “Bueno... “pa”
pasar el rato”. Un buen rato, añadiría yo (hay que tener en
cuenta que mi padre es muy exigente, pero le ha gustado ;) ).